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Acaricialo...

PRACTICA CON TU GATO
Todos sabemos acariciar bien. Lo debemos de llevar en los genes y eso se demuestra en cuanto le pasas la mano por el lomo a un gato. La caricia gatuna es una de las mejores: suave, con algún agarrón ocasional, con un movimiento regular con variantes periódicas y con la sensación de que te estás acariciando tú a la vez que acaricias. Y lo hacemos instintivamente y sin darle importancia. Luego, cuando toca hacer lo mismo con una chica hay otros condicionantes: hay prisa, se quiere llegar a alguna parte y ella no suele limitarse a estarse quieta y ronronear porque quiere ir hacia el mismo sitio que tú. Si te topas con una chica gato todo se vuelve más simple en esta fase, pero más complicado en el resto de tu vida.

UN VIAJE DE MEDIO CENTÍMETRO
La clave para acariciar bien es la intensidad. Cuánto aprietas. Como en todo lo demás, el truco comodín es ir aumentándola gradualmente: de un contacto casi imaginario, de tus dedos y tu palma pasando a medio centímetro de su piel, a un mínimo roce que se va posando poco a poco hasta apretar ligeramente primero y luego profundamente. Cuanto más hagas durar el viaje de la primera caricia a la última más va a desearla. Y tú vas a querer que te desee porque tiene sus recompensas.

HACER CUENTAS
La regla en lo referente a la velocidad de las caricias es hacerlo siempre un 20 por ciento más despacio de lo que lo estabas haciendo.

EL CAMINO DE SANTIAGO DE LA PIEL
La ruta más canónica es la que va de las zonas no erógenas a las que sí. Es el Camino de Santiago de las caricias, en el que empiezas muy lejos de los lugares santos, sigues bordeándolos, te aproximas poco a poco y los alcanzas al final, ya mucho más tonificado y con ganas de llegar. La cuestión a tener en cuenta es que la biología no es una ciencia exacta y los puntos erógenos son móviles para cada chica. El cuello, la parte interior de las rodillas, los pies o el pelo son puntos más sensibles para unas que para otras. Como en el tenis, te cambian el terreno y te tienes que adaptar a la velocidad y al rebote.

VISTE TU MANO
Puedes añadir refinamiento a las caricias vistiendo tu mano. Con unos guantes vas a obtener una sensación diferente, pero aportan frialdad y pierdes contacto. Hay guantes vibradores especiales para masajes y hay dildos que se ajustan a la punta de tus dedos como si fueran guantes que emiten descargas de placer. Todo esto está muy bien para un ratito, pero al final los dos vais a querer piel.

ASFALTAR LOS PRELIMINARES
Las cremas ayudan a deslizar, a que las caricias sean más suaves y continuas. Crea autopistas de crema sobre su cuerpo y modula la velocidad, puedes correr más, pero también ralentizarlo todo resbalando casi sin querer. También aportan olores y sabores. Hacen que todo sea un poco más pringoso, pero también más fluido.

EL ROBOCOP DEL AMOR
Tus manos están bien, pero tienen unos límites. Te los puedes saltar con extensiones mecánicas. Las más socorridas son los juguetes y los especificamente destinados a las caricias son los anillos vibradores. O usa tu imaginación y añádele comida. Lo típico es extender fresas o cualquier otra fruta blanda, pero oye, quién te dice que no puedas usar unos espaguetis con tomate.

ÚSALO TODO
Del mismo modo que para los masajes profesionales se usa todo el brazo y para los tailandeses todo el cuerpo, tú, en tu cama, tienes que poner en juego todo tu arsenal. Acaricia con el codo, con la nariz, con las piernas y, ya sabes, con lo que tengas a mano.

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